RESILIENCIA

Sistemas Resilientes en un Mundo que Cambia

Los sistemas de infraestructura son considerados la columna vertebral de la sociedad. Esto es debido a los servicios y roles que proveen es fundamental para el desarrollo de la sociedad. Estos servicios incluyen agua, energía, transporte, producción de alimentos, recolección y tratamiento de desechos, telecomunicaciones, protección contra desastres naturales y otros y así generar bienestar y desarrollo económico. En conjunto, pueden facilitar la intercomunicación, generar el intercambio de productos e ideas, y así, facilitar la innovación y bienestar general. Es decir, son el componente esencial para la seguridad hídrica, energética, alimentaria, y en general el, el desarrollo.

 Sin embargo, la infraestructura puede además ser un catalizador de efectos negativos. Estos por ejemplo incluyen daños al medio ambiente, desplazamiento de asentamientos humanos por construcción de estas, desperdicio de recursos, aumento de vulnerabilidad a fenómenos climáticos, entre otros. Esto por ejemplo es el caso actual del proceso erosivo en la Cuenca del Coca. Diversos errores en la obra han causado daños irreparables al medio ambiente, colapso de infraestructura vial, desplazamiento de poblados, e inclusive amenaza a la obra de captación y, por lo tanto, afectación al propósito mismo del proyecto y potenciales importantes pérdidas económicas.

Carretera Baeza – Lago Agrio, erosión del río Coca. Fuente: GAD Quijos 

Además, los efectos positivos de los sistemas de infraestructura pueden verse afectados o interrumpidos por las condiciones de cambio y de shock que el mundo actual debe enfrentar. Estos incluyen, condiciones de un clima cambiante (y repercusiones en sequías, inundaciones, olas de calor, frío, o tormentas), procesos demográficos como migraciones y desplazamientos humanos inesperados que aumentan la presión sobre los servicios que la infraestructura provee, cambios en el uso del suelo, nuevas tendencias en política internacional, fluctuaciones de demanda internacional, pandemias como la actual, entre otros. Todas estas son también agravadas por el hecho de estar en un mundo cada vez más complejo e interconectado donde los impactos de los eventos son cada vez menos locales. Por ejemplo, en la última década el aumento ocasional en el precio internacional de CPUs y computadores, ha estado fuertemente vinculado con inundaciones en el Sur de Asia que causan interrupciones en el acceso de la fuerza laboral a fábricas donde se producen microchips y otros dispositivos esenciales en las cadenas de producción. Más recientemente, la ola inesperada de frío en Texas en febrero del 2021 colapsó el sistema energético de este estado, causando numerosas pérdidas de vidas humanas y pérdidas económicas récords; además causó interrupciones en el servicio energético en México (al importar energía de este estado). Finalmente, estas condiciones cambiantes pueden también causar que una infraestructura sea eventualmente inútil llevando a pérdidas económicas y de oportunidad. 

Lastimosamente, muchas de estas amenazas son difíciles de predecir o son de naturaleza incierta. Es decir, sus características específicas futuras son difíciles de estimar o de acordar. Por ejemplo, es difícil estimar con absoluta certeza las características específicas de las sequías que La Isla de San Cristóbal en Galápagos tendrá que enfrentar en 15 años como resultado del cambio climáticos; o cuál será la carga turística que permita planificar sistemas alimenticios y de abastecimiento de agua.

Ante esto, la planificación, manejo y operación de sistemas de infraestructura en sectores clave requiere la incorporación de criterios de resiliencia y robustez. Es decir, que puedan responder apropiadamente ante condiciones de cambio y de shocks. Esto incluye cambios, adecuaciones, o diseños que permitan que estos sistemas se recuperen de forma adecuada o que sus capacidades sean lo suficientemente flexibles cuando tenga que enfrentar una situación adversa. Esto naturalmente incluyen series de diagnósticos numéricos, evaluaciones de estrategias de inversión, y trazados de hojas de ruta que determinen la forma en que la infraestructura puede enfrentar desafíos futuros e inciertos. Es con estos criterios con los que la infraestructura puede lograr amortiguar las amenazas que debe enfrentar en un mundo cada vez más complejo y así dar el paso a ser un elemento útil y clave para el desarrollo de las sociedades. En el Instituto de Geografía buscamos plantear herramientas cuantitativas y cualitativas que permitan evaluar en diferentes escalas estas capacidades y diseñar así estrategias que permitan catalizar los impactos positivos de los sistemas e inversiones en infraestructuras.